El próximo miércoles día 15 a las 5 y media de la tarde se celebrará el Encuentro de Mayores en el 2º piso de los despachos parroquiales.

Seguiremos reflexionando sobre el Evangelio de S. Mateo, en esta ocasión sobre el capítulo 8 versículos 5 al 13.

A continuación tendremos un tiempo para tomar un café y unas pastas, intercambiar noticias y avisos, y disfrutar con unas canciones que nos ofrecerá Ainhoa a la guitarra.

Adjuntamos texto que facilita la reflexión.

Admiración de Jesús por la fe del Centurión

Texto bíblico: Mt 8, 5-13.

Oración inicial:

!Ven Espíritu Santo!.

Dame de tu paz, que serene mis pensamientos y mi corazón.

Dame el deseo de gustar la Palabra, para que pueda acogerla como Palabra de Vida.

Dame el don del discernimiento, para que esté atento a lo que me dices hoy.

Dame valentía y audacia, para que lleve a mis hermanos y hermanas cuanto Tú me digas.

Ideas para pensar en casa.

“Te doy mi palabra” es una expresión coloquial que utilizamos para certificar que cuanto decimos es verdadero. Con esta fórmula, además de reforzar lo que estamos diciendo, ponemos en juego nuestra honestidad, nuestra reputación, nuestra credibilidad. Seremos personas de bien si nuestra palabra se ajusta con la realidad. No nos damos cuenta, pero las palabras nos identifican, dicen cómo somos, cómo nos expresamos, la cultura que tenemos…Una sola palabra puede modificar muchas situaciones. Pensamos poco en las palabras que decimos y rara vez las meditamos. Deberíamos pensar más a menudo que con una sola palabra podemos pasar de la muerte a la vida, del desamor al amor, de la enemistad a la amistad, de la lucha a la reconciliación, de la esclavitud a la libertad, de la enfermedad a la sanación.

La primera acción es acercarse, lo cual requiere osadía por parte del centurión, pues la conversación con un pagano debía ser evitada por un judío. La segunda es suplicar; la súplica es una señal de confianza y, también, de abandono en el poder de Jesús. Éste no solo no se hace un problema para entablar un diálogo con un pagano, sino que está dispuesto a desplazarse, entrar en casa del oficial, y curar a su asistente; Jesús escucha y acepta socorrer a un pagano.

Ante la propuesta de Jesús, el oficial responde. En primer lugar, el militar constata la diferencia religiosa que los separa. En segundo, para explicar su confianza en el poder y la autoridad de Jesús, el oficial romano expone un ejemplo de su propia experiencia militar; en su oficio le han enseñado a obedecer órdenes; una orden tiene el poder de modificar una situación. Si Jesús ordena a la enfermedad que se vaya, ésta abandonará definitivamente a su siervo; basta una palabra.

Una fe tan grande.

Narra el evangelista que Jesús quedó admirado al oír al centurión, porque hasta el momento no había encontrado a nadie con una fe tan grande. Jesús alaba la fe del oficial que cree totalmente en el poder vivificante de su palabra. El asombro de Jesús es consecuencia de la “fe tan grande” del centurión. La expresión señala claramente una comparación. La fe del oficial es grande en comparación con la fe de Israel porque es una fe que no pone condiciones, una fe que no es solo palabra, sino que es una fe confesada en una actitud: la confianza radical en que lo que Jesús dice se realiza.

En contraste con la fe tan grande se encuentra la fe insuficiente de Israel. Jesús explica el duro significado de esta expresión empleando una imagen profética: la del banquete mesiánico (Is 25, 6-10). El banquete es imagen del reino de Dios. Vendrán de otras partes del mundo, de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa del banquete esperado. Es decir, vendrán de otras naciones y pueblos, considerados paganos y excluidos de la mesa, y serán acogidos en el reino de Dios. Por el contrario, la falta de fe de Israel hace que aquellos que tenían plenos derechos, los que primero fueron llamados, pierdan sus derechos y sean arrojados fuera del banquete.

El evangelista ha ido progresivamente centrándonos en la temática de la auténtica fe. Jesús, por medio de su palabra, vivifica y devuelve la salud al siervo enfermo.

El tema del gran banquete final (reconciliación, abundancia, paz sin fin), está en el centro del mensaje de los profetas israelitas. La vida de los hombres es un camino que lleva a la fiesta sin fin de la comida, de la vida. La vida nos lleva al banquete de Dios (al Dios que es banquete), es comida y comunión, es gozo eterno, vencida la muerte.

Con el relato de la curación del siervo del oficial, el evangelista Mateo- pensando en sus destinatarios judíos- conduce la narración de la petición de un pagano a la temática de la participación de todos los pueblos en el banquete mesiánico esperado por Israel.

Trabajo personal:

  1. Leo con atención el texto.
  2. Subrayo lo que me llama la atención.
  3. Pongo un signo de interrogación en las frases que no comprendo, que me cuestionan, que quiero aclarar….
  4. Saco conclusiones para mi vida y la de mi comunidad.

Puesta en común.

Oración final.

Oremos por todas las naciones de la tierra, para que desaparezcan las guerras y los conflictos entre los pueblos, promovamos el desarrollo de todos sin exclusión, y nos esforcemos en buscar caminos de diálogo, reconciliación y paz.

Ponemos ante el Señor nuestra súplica por todos los que sufren alguna enfermedad física o espiritual, para que se vean consolados y fortalecidos. También oramos por los que se encargan de cuidarlos para que lo hagan con solicitud y ternura.

Pedimos por todos los que se dedican a tender puentes entre los pueblos, los que acogen a refugiados, a los inmigrantes, oramos por los que son voz de los sin voz, para que no desfallezcan en su testimonio y sean signo de una nueva humanidad que nace del amor y servicio a los demás.

No somos dignos de que el Señor nos visite. Pedimos a Dios que restaure nuestros pensamientos, palabras y acciones para que podamos acogerle. Te pedimos que nos aumentes la fe para poder exclamar como el oficial romano: Una palabra basta.

Finalmente, recordamos en nuestra oración a quienes son duros de corazón, a los que ven flaquear su fe y a los indiferentes para que los signos del reino toquen sus corazones y se sienten un día a la mesa del banquete de la humanidad con Dios.