Pontificia Academia para la Vida. 2 de febrero de 2021.

Este interesante escrito está estructurado en los siguientes apartados: “Una lección para aprender”,” La Covid-19 y los ancianos”, “La bendición de una larga vida”, “Un nuevo modelo de cuidado y asistencia para los ancianos más frágiles”, “Recalificar las residencias de ancianos como un continuum social-sanitario” , para finalizar con el, más práctico y comprometedor para el creyente, titulado “Los ancianos y la fuerza de la fragilidad”.

Los 2 primeros apartados confirman lo que otras instancias ya han evidenciado y realza el mensaje de la última encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti.

“La bendición de una larga vida” destaca que la longevidad nos enfrenta a nuestra fragilidad, a la dependencia, a nuestros lazos familiares y comunitarios, y, sobre todo, a nuestra filiación divina. La vejez como remarcó el Papa Francisco no es una enfermedad, es un privilegio.

En el 4º apartado (“Un nuevo modelo de cuidado…) se indica que es necesario no dejarse llevar por la “cultura del descarte”, que puede manifestarse en la pereza y en la falta de creatividad para buscar soluciones eficaces cuando la vejez también significa falta de autonomía. La presencia de barreras arquitectónicas, la insuficiencia de las instalaciones higiénicas, la falta de calefacción, la escasez de espacio, deben tener soluciones concretas. Necesitamos aumentar el número de cuidadores. Las nuevas tecnologías y los avances de la telemedicina y la inteligencia artificial pueden ser de gran ayuda si se utilizan y distribuyen bien. Lo que se necesita es una personalización de la intervención social y sanitaria.

A la luz de estas premisas, las residencias de ancianos deberían recalificarse en un continuum sociosanitario (apartado 5) siendo necesario reinventar una red amplia de solidaridad, no necesaria ni exclusivamente basada en lazos de sangre, sino articulada según la pertenencia, la amistad, el sentimiento común, la generosidad recíproca de todos, incluidos los jóvenes, para responder a las necesidades de los demás. Como nos recuerda el Papa Francisco, “el anciano no es un enemigo. El anciano somos nosotros dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente de todos nosotros, incluso si no lo pensamos”.

Por último, “Los ancianos y la fuerza de la fragilidad” es el apartado más interesante y comprometedor para todo creyente en Comunidad. Las parroquias y todas las comunidades eclesiales están invitadas a reflexionar más atentamente.

El gran mundo de todos los ancianos, nada homogéneo, es un gran recurso. Los ancianos deben buscar vivir la vejez con sabiduría; estos años contienen un don y una misión.

Los jóvenes y los ancianos juntos pueden introducir en el tejido social esa nueva linfa de humanismo que haría que la sociedad estuviese más unida.

La vejez también recuerda el sentido del destino final de la existencia humana; la perspectiva correcta es la eternidad, de la cual la vida es una preparación significativa de cada fase. Cuidar la espiritualidad de los ancianos, incluso antes de que lo seamos, es una tarea necesaria.

El testimonio que pueden dar las personas mayores a través de su fragilidad se puede leer como una enseñanza vivida (Jn 21,18). Cuando soy débil, es entonces cuando soy fuerte(2 Cor 12, 10).

Hay quienes pueden sentir la vejez como una condena, pero también quienes pueden sentirla como una oportunidad. La debilidad de los ancianos es provocativa, invita a los más jóvenes a aceptar la dependencia de los demás como un modo de abordar la vida.

Privar a los ancianos de su papel profético, dejándolos de lado por razones meramente productivas, provoca empobrecimiento incalculable por pérdida de sabiduría y humanidad.

Necesitamos cambiar la percepción de los ancianos (medios de comunicación social), aumentar su participación (instituciones, asociaciones, política y leyes), limitar sus barreras (concepto y sistema de salud) y desarrollar su espiritualidad (la Iglesia está llamada a desarrollar una misión esencial).

Os animamos pues, a leer el documento cuyo enlace (link) te adjuntamos. Merece la pena para todos, ancianos, adultos y jóvenes.

https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdlife/documents/rc_pont-acd_life_doc_20210202_vecchiaia-nostrofuturo_sp.html

Daniel Solano López